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SER ACEPTADO (que me den un “like”)

Ayer, una amiga de la infancia me confesó con tristeza que siempre se había sentido “menos” que su hermano mayor.  Su madre consideraba de buen gusto, y elegante, que el primogénito fuera varón.

Ella siempre se sintió “menos” que su hermano primogénito: menos válida, menos guapa, menos lista.

Yo, que la conozco desde hace muchos años, se que es una mujer hermosa, poderosa, inteligente y, además, mi amiga. Me gusta tal y como es, con sus luces y sus sombras.

Por mi trabajo como terapeuta escucho a menudo a personas heridas profundamente por comentarios que les fueron hechos en la infancia, y que ellos mismos han ido repitiéndose de forma casi automática, sin ser conscientes del daño que ese comentario les causó y les sigue causando; “yo fui un error de mis padres, fui un hijo no deseado, soy menos importante que él”, etc. Un “inocente comentario” recibido en el pasado se ha convertido en un programa que se ejecuta de fondo durante la formación de la personalidad.

Estas personas se sienten frecuentemente inseguras o rechazadas, lo que les origina malestar, descontrol emocional y pensamientos negativos sobre sí mismos. Todo ello les genera dificultades en sus relaciones con los demás.

Si hay algo realmente importante para sentirnos bien con nosotros mismos y con los demás es el haber sido aceptados tal y como somos desde el principio. Necesitamos que nos den muchos “likes” desde que nacemos.

Y si no fue así, si no nos dieron “likes”, ¿podemos cambiar las cosas?

El pasado ya no cambia pero sí podemos “desprogramar” aquellos comentarios y fundamentos que desde la infancia nos han causado esos daños: cambiar nuestro relato interior. Si cambiamos los sentimientos de rechazo y de falta de aceptación que constituyeron ese relato, y los sustituimos por los de nuestra propia aceptación como individuos, creamos un relato interior nuevo y más integrador.

Necesitamos la aprobación desde que nacemos. Es realmente importante para nosotros sentirnos aceptadas y aceptados, reconocidos en nuestra totalidad desde el principio. Es esencial que sea desde el principio.  A esta primera relación que establecemos con nuestro principal cuidador, que normalmente es nuestra madre, le llamamos apego.

El apego es el resultado de nuestra experiencia, emocional y cognitiva, con nuestra madre. El apego determina nuestro aprendizaje sobre cómo regular nuestras emociones, la relación de aceptación o no con nosotros mismos y los prototipos para las relaciones posteriores.

Cambiar nuestro relato interior es restaurar el apego, y no es tarea fácil. En ello consiste la así llamada “terapia de Integración del Ciclo vital”.

Lo más importante no es el tipo de relación que sostuvimos en la infancia con las figuras de apego, puesto que no se trata de reescribir el pasado, sino las posteriores elaboraciones e interpretaciones de estas experiencias. En terapia trabajamos sobre ellas, desde la base de la aceptación total del paciente.

Norma Larrea (Psicóloga Clínica del Instituto Burmuin)

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