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LAS DOS CARAS DE LA PROTECCIÓN

La falta de experiencia en hacer frente al fracaso produce sentimientos de impotencia, no sólo siendo niños, sino también en la edad adulta.

Si un joven no tiene experiencia en cómo afrontar la ansiedad y la frustración, si nunca suspende y siempre aprueba, si va logrando lo que se propone -porque de alguna manera puede obviar aquello que le resulta dificultoso, porque alguien o algo se lo facilita- , no será capaz de afrontar el fracaso, el aburrimiento o la frustración cuando sea indispensable hacerlo al no ser capaz de desarrollar una autorregulación interna ni integrar sentimientos, generándole una gran inseguridad y tensión interna.

Mucho éxito o una existencia demasiado regalada dejan al niño indefenso cuando termina topándose con su primer suspenso, con su primer deseo frustrado. Tenemos ejemplos de muchos adolescentes que llegan a la universidad con un expediente intachable; jóvenes inteligentes, con éxito social que destacan en deportes u otras actividades. Siempre han tenido lo que querían, y unos padres satisfechos y prestos a satisfacer todos sus deseos y caprichos, e inexplicablemente, a todos les sobreviene el fracaso.

¿Qué había sido de aquel/la, chico/a tan popular y exitoso/a? Se vino abajo cuando las recompensas ya no le venían a las manos tan fácilmente como en la infancia y adolescencia. En realidad, no se había enfrentado a la ansiedad y las dificultades dominándolas con sus acciones. Era lista/o, pero no había conocido el dolor ni la frustración. El éxito no fue un antídoto contra la depresión porque no se desarrolló a través de experiencias que la “vacunaran” contra el sentimiento de impotencia, y por ello , en poco tiempo, el joven se ve arrollado por una avalancha de situaciones que no controla y los padres no pueden solucionar estos contratiempos. No está preparado para el esfuerzo sostenido, para hacer frente al desaliento, para no tener “éxito fácil”.

Gran parte de los adolescentes “pasotas” de esta generación no han desarrollado, debido al éxito previo, excesivo y fácil, suficientes mecanismos para hacer frente a las dificultades. Por una mal entendida benevolencia, primero sus padres y posteriormente los maestros, les crearon una existencia demasiado hedónica.

Creemos que hay que eliminar la ansiedad a toda costa como si fuera algo malo sólo por el hecho de hacernos sentir mal, perdiendo así de vista su importancia para un desarrollo físico y psíquico saludables

El sentido de la utilidad, la capacidad de superación, la seguridad en uno mismo/a no pueden regalarse. Si retiramos los obstáculos, las dificultades de la vida a nuestros jóvenes, quizá ya no volvamos a ver generaciones de adolescentes dotados de un sentido de dignidad, fuerza y valor.

Mª Jesús MURELAGA ANDONEGUI
Psicólogo Clínico

 

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